mardi 30 décembre 2025

Las Nuevas Rutas de la Seda en el Norte de África: cuando la dependencia no solo se importa, sino que se produce desde dentro

Un comentario sobre el artículo The Hegemonic Ambitions of the Belt and Road Initiative: Institutional Contexts in Egypt and Morocco”,de Adam Laroussi y Mamoudou Gazibo, in A African Studies Quarterly | Volumen 23, número 3/4 | diciembre de 2025

por SOLIDMAR – 30/12/2025

La Iniciativa china de las Nuevas Rutas de la Seda (Belt and Road Initiative – BRI) suele presentarse, en los discursos dominantes occidentales, como un proyecto imperial destinado a atrapar a los países del Sur en una espiral de deuda y dependencia. A partir de una comparación entre Egipto y Marruecos, el análisis propuesto por Adam Laroussi y Mamoudou Gazibo permite superar esta lectura simplificadora, sin por ello absolver a China de toda responsabilidad.

Su constatación es clara: la BRI no produce automáticamente los mismos efectos en todas partes. Actúa más bien como un revelador y amplificador de las estructuras de poder existentes en los países socios. Allí donde las instituciones son débiles, autoritarias y capturadas por élites depredadoras, refuerza la dependencia. Allí donde el Estado dispone de márgenes de maniobra, puede ser parcialmente domesticada.

Egipto: la BRI al servicio de un autoritarismo militarizado

En Egipto, la BRI se inserta en un sistema político dominado por el ejército, la corrupción y una economía cerrada. Los financiamientos chinos, concedidos sin condiciones de reforma, se alinean con proyectos de prestigio impulsados por el régimen —nuevas capitales, zonas económicas, grandes infraestructuras— sin responder a las necesidades sociales fundamentales.

En este contexto, la cooperación con China refuerza un modelo autoritario ya en crisis, incrementa el endeudamiento, agrava los desequilibrios comerciales y consolida el control del ejército sobre la economía. La BRI no es la causa principal de la dependencia egipcia, pero contribuye a la reproducción de un orden político desigual, en el que las clases populares pagan el precio de decisiones estratégicas impuestas desde arriba.

Marruecos: aprovechar sin romper los equilibrios

En Marruecos, la situación es distinta. El Estado dispone de instituciones más sólidas, de un mercado relativamente autónomo y de una diplomacia diversificada. Las inversiones chinas, aunque reales, permanecen encuadradas y no exclusivas. Se suman a otras alianzas (europeas, usamericanas, africanas) sin colocar al país bajo una tutela única.

Esto no significa que el modelo marroquí esté exento de contradicciones o desigualdades, sino que el poder central conserva una capacidad de negociación frente a Pekín. La BRI acompaña dinámicas económicas preexistentes, sin imponerlas ni dictarlas por completo.

Una lectura política de la dependencia

El principal interés de este análisis es recordar que la dependencia no se impone únicamente desde el exterior. También se produce desde dentro, por regímenes que utilizan los financiamientos internacionales —occidentales ayer, chinos hoy o mañana— para mantenerse en el poder, en detrimento de la justicia social y de la soberanía popular.

Sin embargo, esta lectura exige una vigilancia crítica. Poner el acento en las debilidades institucionales de los países del Sur no debe servir para exonerar a las grandes potencias —China incluida— de su papel en la perpetuación de un orden económico mundial profundamente desigual. Los márgenes de maniobra de los Estados siguen estando constreñidos por relaciones de fuerza globales, en las que los pueblos rara vez tienen voz.

Un desafío para los movimientos de solidaridad

Para los movimientos sociales y las redes de solidaridad internacional, este análisis invita a rechazar las falsas alternativas:

  • ni alineamiento ciego con China en nombre del antiimperialismo,
  • ni repetición del discurso occidental moralizador sobre la “mala gobernanza”.

La cuestión central sigue siendo el control democrático de las decisiones económicas, la redistribución de la riqueza y la capacidad de las sociedades para decidir por sí mismas sus trayectorias de desarrollo. Sin ello, ya provengan de Pekín, de Washington o de Bruselas, los financiamientos internacionales seguirán consolidando principalmente regímenes autoritarios y élites desconectadas de las realidades sociales.



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